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Mostrando las entradas de octubre, 2022

De evaporarse y llover.

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  Cada uno de nosotros es el total de sumas que no ha contado: reducidnos de nuevo a la desnudez y a la noche, y veréis cómo empezó en Creta, hace cuatro mil años, el amor que ayer terminó en Texas. El ángel que nos mira. Thomas Wolfe.  Aquella mañana habría día el sol lo tenía claro de suspenso y vanidad Nos vería convertidos en salvajes   y servirnos de las ramas y las hojas para hacernos más que viento una corriente sin propósito además del movimiento pendular de nuestro sexo   Usaríamos vestidos estampados con orugas y oración de ley pagana   Beberíamos café en el mismo bar donde en parte yo había roto mi promesa en el que tú te convencías de que el truco de mis trucos no era ser un charlatán y sí una copia de la vida Un accidente   Bailaríamos al ritmo de las huellas del tic tac de los relojes que rompimos haciéndonos los guapos En una muerte en la que el tiempo no era norma ni podía desheredarnos   Lo que apenas empezaba

Notas a pie de infancia.

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 La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño? El amenazado. Jorge Luis Borges.  Insisto en la alegría porque en su lugar, como la pieza de un rompecabezas, solo podría poner mi tiempo en la infancia. Es donde se juega, se inventa, se llora, se teme, se pesadilla y se sueña. En la infancia, en mi caso se escribe y escribir, para mí, es un acto de fe. Sé que heridos e infantes –como esos locos bajitos de los que habla Serrat, herimos el paso del tiempo llevando en lo breve a toda eternidad. Es una resistencia a la inversa, no yendo sino para todos lados como una mancha de tinta. Como si ardiendo en sus coordenad

Muy barroco.

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  Por consiguiente, si algún lector dijera que el libro es «autobiográfico», el autor no podría contestarle; a su entender; toda obra seria de ficción es autobiográfica, y así, por ejemplo, no es fácil imaginar una obra más autobiográfica que Los viajes de Gulliver. El ángel que nos mira (al lector). Thomas Wolfe.  ¿ Por qué asocian a mi nombre   la lujuria del desastre ? Lo impuntual que es construirse también es la coordenada al entregarse Tantas formas como un yo tiene un atraco y solo espuma es la madera de mi barco   De un valiente tenía poco como mucho el pecho roto y más que pinta de cobarde tengo el morro del alarde Mi codicia no suspira por lo otro de pecado robo flores a la tarde y culmino el horizonte en lo que arde   Doy mi pulso que fue un potro que injusticia que mi brillo no concuerde soy un blues desde el helar del deterioro   Y renacía en cada día que se abría pues lo sabía que sería desheredado                                   

Anónimo y yo (un diálogo bobo).

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 A veces me quejo de la gente y eso que no soporto escuchar a la gente que se queja de otra gente. Pequeños actos ordinarios que no dejaran nunca de ser. Hay gente insoportable que dice que ese tipo de cosas no deberían de pasar. Ese tipo de gente es una mierda que no sabe que todo tipo de cosas es necesario que pasen. Aquí me tienes, por ejemplo, quejándome de nuevo… Reflexiones. Lourdes Lulúk.  ¿Te contó que estuvimos juntos? No es la clase de persona que cuenta cosas que no son de la incumbencia de los demás   Siento que nos conocemos desde siempre y de otras vidas también El tipo de sensación que le hace huir   Estábamos tan conectados que a veces llorábamos al mismo tiempo En algunos funerales pasan cosas extraordinarias   A mí me lo contaba todo Es cuando tenemos que contarlo todo que valoramos no tener que hacerlo   ¿Qué opinas de lo que hace con la lengua? ¿Debería opinar de eso que te hizo hacer lo que hace con la lengua?   Nunca superó la vergü

Agua de cebada.

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  Cada momento es fruto de cuarenta mil años. Los días se desgranan en minutos y zumban como moscas que vuelan de nuevo hacia la muerte; cada momento es una ventana sobre el tiempo. He aquí un momento: El ángel que nos mira. Thomas Wolfe. Al descender el escalón también me pinchó mi reflejo en el vidrio Recuerdo afilado en luz medio día de Ciudad Obregón en otoño    Lo que parece de memoria pero es un rito de las flores como no son es una oración todavía   De la valija a la mano el oriundo hormigueo de mí en el desierto se me recorrió al parpadeo De reír a llorar solo hay tiempo   Multiplico las caras del fuego a la vez que lo uno a un solo rugido   como una abstracción de futuro sabiéndome cómo sin un solo por qué y el abrazo preciso de un Ángel y mi tía Chelo esperando donde antes me había despedido   La misma estación de autobuses olor a motor que sacude el olvido Hace años salía de acá como la semilla subiendo a la rama