De evaporarse y llover.
Cada uno de nosotros es
el total de sumas que no ha contado: reducidnos de nuevo a la desnudez y a la
noche, y veréis cómo empezó en Creta, hace cuatro mil años, el amor que ayer
terminó en Texas.
El ángel que nos mira. Thomas Wolfe.
Aquella
mañana habría día
el sol lo
tenía claro
de suspenso
y vanidad
Nos vería convertidos
en salvajes
y servirnos
de las ramas y las hojas
para
hacernos más que viento
una
corriente sin propósito
además del
movimiento pendular
de nuestro
sexo
Usaríamos
vestidos
estampados
con orugas
y oración
de ley pagana
Beberíamos
café en el mismo bar
donde en
parte yo había roto mi promesa
en el que
tú te convencías
de que el
truco de mis trucos
no era ser
un charlatán y sí una copia
de la vida
Un
accidente
Bailaríamos
al ritmo de las huellas
del tic tac
de los relojes que rompimos
haciéndonos
los guapos
En una
muerte en la que el tiempo
no era
norma ni podía desheredarnos
Lo que
apenas empezaba
era un
lienzo que seguir sobre las vías
y en turnos
con sus partes
desvestir
la monogamia
y las
nupcias
entre el
cielo mar y tierra
Como
escándalo y secreto
brotaríamos
sin ser vistos
de la
fuente de intangible plata
para ir
dejando ciegos
a los que
se preguntaran
quienes
somos
de qué
mundo hemos salido
Aquella
mañana habría día
volveríamos
rojo el rosa
La música
vendría desde la fiesta
de un
norteño en California
pero llovió
y nuestro
vestido se tiñó
del tono
nube que se impregna
en las letras
subversivas de la vida
sin que
pudiéramos salirnos con la nuestra
La
intemperie sigue ahí
mientras tú
y yo hacemos barcos de papel
que buscan
mensajes en botellas
pues la
lluvia alberga bríos y purezas
y da pistas
como suena
lo que
antes compartimos generosos
Tambien todo
lo que viene con la ofrenda
con los
dioses de la nada se dispone
No es tan
grave
como grave
es una guerra
el fin del
mundo
o la escasez
de suministros
pero es sonora
No la
lluvia
todo
aquello que no fue
Omar Alej.
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