The Ship Song.

 

Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano no querría, sólo soy siendo neurótico. El texto que usted escribe debe probarme que me desea.

El placer del texto. Roland Barthes.   


Hace tanto tiempo que no iba al cine solo. Ha vuelto a ser como la primera vez que vine al cine solo, realmente un acto desesperado. Y me acordé de ti. Al parecer ya no me gusta ir al cine. Tampoco es que ahora vea películas en casa. Las cosas que antes hacía ya no las hago, lo considero una revancha contra mí mismo porque me he decepcionado. Solamente, todavía, suelo mirarme las palmas de las manos. Y me acordé de ti. Quizá todavía amas las películas de Scorsese. Tal vez, todavía, sin que nadie te pregunté explicas por qué tu película favorita es El Último Tango en París. Tengo que confesarte que sospecho si realmente estas palabras te tienen a ti como destino, podría estarle hablando a cualquiera, incluso podría ser -más bien, una de esas mierdas confesionales que confiesan lo que ya sabemos sobre nosotros mismos : si que somos todos un poco hijos de puta.

¿Tú me recuerdas alguna vez? ¿Soy todavía tu muchachito punk? No, tú no practicas la nostalgia ni eso de decir “nuestros años maravillosos”. Por supuesto que recordar no es por defecto ser nostálgico. Yo todavía me acuerdo del día que me llevaste al hospital de madrugada temiendo algo que ahora ya no temes y no por recordarlo querría repetirlo. Lo que sí querría es que me hubieras visto en mis singularidades, no soy especial ni distinto a nadie, ya me lo tengo dicho. Sin embargo, como a otros tantos, me gusta bailar, y hacer el amor y reírme y hablar sobre las cosas que dudo y recibir cartas y regalos y sorpresas lindas y el desayuno en la cama y las miradas en las que puedes leer una historia y escribir una nueva. Me gusta la gente que es amiga del error humano y quien se detiene a devolver todo eso que ha recibido a cambio de nada, lo que más disfruto es compartir una cerveza y una barbacoa. Tan simple que prefiero estar en el sitio en el que estoy antes que irme de viaje o ensoñarme con vidas extraordinarias. No quiero hacerte chantaje, dice el viejo Sabina en una hermosa canción Que se llama soledad… me pregunto si es más fácil ahora, cuando no tienes que vivir en el desagrado de mis manías y prejuicios. Yo no me estoy haciendo más joven, tampoco. Cada vez más, voy entendiendo que soy -no solo insoportable, sino un impresentable. Lo malo es que junto a una revelación que mucho tiene de obviedad, me ha venido una nube negra como escudo. Hasta aquí no me interesa aprender a necesitar menos, necesito amor y lo necesito todo el tiempo. Es eso o no será nada. Más se perdió en la guerra. Y además, tengo mi extravagancia. La próxima vez que haga un nuevo amigo, tendrá que decidirse a vivir única y exclusivamente, para nuestra amistad. Nuestra amistad tendrá que ser lo primero en lo que piense al despertar y lo último antes de dormir. Si estamos lejos, en cada rincón del mundo pensara que soy yo a quien ha visto caminando entre la gente y en las tiendas de antigüedades empeñara su alma a cambio de un anticuario que le hizo pensar en mí. No aceptara amigo ninguno que no sea yo.

Nada ha cambiado ¿cierto? Te sigo compartiendo solamente lo que soy y qué poco que decimos cuando decimos que somos.

Y eso que me acordé de ti y no de mí. Imagínate. Lo que no me queda muy claro es si desde siempre he sido igual de patético. Me gusta pensar que no; pero lo del pensamiento propio se me ha ido convirtiendo en una estupidez tremenda. Puede ser que uno sepa cosas, incluso que aprendemos; pero no pensamos en realidad, el pensamiento es algo que pasa. Es como llover. Y así estaba, en el pensamiento de no sé qué, cuando me acordé de ti. Como si se tratará de un descuido por parte del remordimiento y la angustia, la margarita me quiso, los cielos fue una sola sensación de verdad, se desenterró el primer río, hasta en la ultima espina se escuchó el coro de The Ship Song… qué bonita señora que es ahora Lucía, y Ariana me devolvió todos los saludos a los que no me animé, se me rompieron los síntomas de gravedad y no me duele más la rodilla izquierda, reescribí El Quijote, palabra por palabra, y casi consigo que me sea tan divertido como el de Cervantes; pero lo mejor no ha sido todo esto que te cuento que pasó porque me acordé de ti. Lo mejor fue terminar llorando de emoción porque dos aviones pasaron y casi chocan entre ellos volando muy bajo. Como no iba acordarme de ti si al hacerlo no pensé más que esta vida no tiene sentido, por el contrario… sé de Dios de muchas distintas maneras ahora. Me ha dicho que solo yo puedo juzgarme.

 

Omar Alej. 


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