Hay que ser rifado y no un mamón.
"No es que pueda vivir, es que quiero. Es
que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria
existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda
y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo
dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la
nada elijo la pena."
William Faulkner. Las Palmeras Salvajes.
¿Cuándo te
preguntan si eres valiente? No debería de hablar por nadie más, no debería de
hablar ni siquiera por mí. Se ratifica el hecho de que, aunque hay palabras que
son grandiosas, las maltratamos al tratarlas como tratamos a alguien que está a
punto de morir ante nosotros. Digo esto porque yo he sentido algunas palabras
como un corte que se repite una y otra vez en mis ingles, pantorrillas y
lumbares. Sin embargo me manejo en las palabras con absoluta inseguridad, sin
saber ni cual es su fin ni cómo debería de usarlas si quiero compartir que estoy
cansado.
Además no
aprendí, hasta hace dos semanas, que siempre estoy mirando con ojos prestados. Quizá
por mí, porque soy obtuso como un huevo, no puedo –en realidad, sentir nada
como algo real. Si voy al parque, el parque es una retribución con la forma que
tenía de ver el parque aquel primer mejor amigo. Si vamos a la playa, lo haré
para descubrir la playa en tus ojos y tus ojos en la playa; como presenciar un
intercambio de parejas sin participar. Y si voy al cine, para ver esa película,
de ese gran director, intentaré mirarla como recomienda el crítico de cine, en
la prensa de esta mañana. Qué esto me sirva, para que al morir no enfrente la
muerte con esta falta de rigor sino con la amplitud de miras, como lo haría El
Negro, o Christian, o Jefe, o mi Tio Oscar. Adentrándose en las cosas de la
muerte, la falta de agua; pero peor aún, la falta de sed. Ya con la necesidad
reconvertida en indisposición plena… si mi paso por la vida ha sido –y será,
para pensar todo el tiempo, y sobre todas las cosas, qué pensaría alguien más
sobre eso mismo. Entonces lo más considerado que puedo hacer por mí, es morirme
de un modo impersonal y seguir sin eso que llaman “propio criterio”. Porque no
entiendo esa idea de algunas personas, hablan de amarse a uno mismo, de
conocerse. A lo mejor, para otros, es fácil y tan solo tienes que dejarte ser
un ingrato. Sin embargo por mí esa idea no pasa, se me enrosca como una broca
mal afilada, en un rotomartillo viejo, que quisiera taladrar en un diamante. Y en
este caso el diamante es mi consabida miseria y la broca es la autoestima… y el
rotomartillo son algunas noches en las que me quedo sentado a la orilla de la
cama, a ver la ventana por la que me he escapado de ser yo. En cualquiera de
sus presentaciones.
¿Cuándo te
preguntan qué opinas del amor? Hace tiempo le leí a un escritor de renombre que
hablar de amor era solo otra forma de superstición ¿Recuerdas todo ese tema de
las revelaciones? Tú dime si te acuerdas de la cantidad de horas que pasamos
buscando revelaciones, en aquella habitación en la que yo vivía y no tenía nada
más que algunos carteles pegados en la pared. Y no te voy a negar que el ultimo
beso que me robé me revelo que estoy envejeciendo justamente como nunca había
querido vivir, pactando por inercia. Por otro lado ¿Es una revelación si todos alrededor
podían verlo? Cuando alguien me ama, cuando alguien dice que me ama, mi primer
impulso es demostrarle que está equivocado. Y si insiste, ¡ay, Dios mío! ¡Pobre
de aquel que insista! En la lógica del amor, en la historia universal del amor,
no hace ningún sentido que alguien ame a alguien como yo. Y no descansaré hasta
desenmascarar a esos farsantes que digan amarme. Porque yo no me amo a mí y eso
es justamente en el nombre del amor.
Y pensemos en
esto: Estoy intentando cruzar una calle y cuando avanzo, un coche me impacta y después
del impacto su empuje hace que yo me impacté en otro coche y aunque la calle es
angosta, no avanzo ni retrocedo. Tan solo giro, de impacto en impacto, en el
mismo espacio una y otra vez. Al principio no logro distinguir nada, estoy tan
aturdido que tengo el olfato por gusto y el tacto por ojos u oídos, no lo sé
muy bien. Pensarías que la tragedia es mía, que estoy metido en ese bucle dejándome
los huesos y sin poder encontrar un
camino de salida. Y yo también lo pienso, en ese momento pienso “tengo que
mandar todo esto a la mierda…” empiezan a sonar las bocinas de los automóviles.
El tráfico se ha convertido en un pequeño infierno. Si pudiera levantar la
mirada y hacer contacto visual con alguno de los conductores que me han
atropellado ¿Qué me contaría su mirada? Estoy convencido de que uno de ellos
lleva a su mujer al hospital. Otro, con seguridad, regresa a su casa después de
ser despedido. Sin necesidad de orden, cualquiera de ellos está -de algún modo,
sufriendo lo mismo que yo. Ya ni siquiera estoy intentando cruzar la calle, a
estas alturas simplemente me dejo golpear por las carrocerías de los coches, buscando
una manera en la que mi rompimiento se convierta en un espectáculo, de lo más patético.
Porque dime viejo; pero ya no me enfada ni que se burlen de mi ni que me rechacen.
Ni siquiera me enfada saber, realmente saber, lo que los demás piensan de mí. Vomito
en la condescendencia y qué le metan el obelisco de la ciudad de Buenos Aires
por una oreja a la paz mundial. Las cosas más simples están en manos de
cretinos que nos las están vendiendo como invenciones suyas y lo sabes. Alguna vez
me anticipaste que para cuando me diera cuenta de que yo no valgo nada, ya debería
muchísimo dinero. Quizá por eso te amo a ti y no a mí. El amor propio, en mi
caso, es un despropósito. En el cristianismo y en San Agustin tenemos la paradoja
de que debemos amar, sobre todo, a los que valen pura madre. Tú ya sabes lo que
pienso sobre eso. A otros que valgan pura madre, has con ellos lo que quieras. Conmigo,
no. Te voy a desenmascarar.
¿Por qué la
gente suele decir “es muy humano” cuando se quiere referir a algo “bueno” que
alguien hizo por alguien más? Esa maldita aprobación pendiente en nuestro inconsciente,
moviendo fichas como un niño con hambre que juega con los juguetes en la
habitación de otro niño que no ha tenido hambre en su puta vida. Si sigo escribiendo,
terminaré por denudarme y pasearme desnudo por todo el edificio ¿Quieres
comprobar lo que significa realmente ser humano? Créeme, no son tus putos “buenos
deseos” ¡Puñetas! Ya te venía diciendo eso de que las palabras sí; pero
nosotros, al usarlas, no. Tiene que ver con esa jodienda de querer hacernos los
chilos, los profundos, la gente que sí que está despierta y ve a través de su
tercer ojo. Neo´s de Instagram y blogger… nuestro único puto tercer ojo es el
del culo y más de uno hace meditación, toma ayahuasca, reza en hebreo, o todo
el combo new age si hace falta. Porque son traidores al instinto y no quieren nada
más que la hipocresía de abolir la elementalidad de sus existencias. Ya me he
quitado los zapatos y voy por los pantalones. Ya sabes que no me manejo bien
con la soberbia –ni siquiera imaginada, ni con la mía ni con la de los demás. Toda
esa superioridad moral, por mí se podría castigar o sencillamente dejar de
explotarse en beneficio de tantísimas autoestimas. Y empezando por todos esos
cantantes del “Yo no…” aplicado a cualquier tópico, me da bastante pena y
convierte cualquier momento en algo sumamente inhumano, como en fase simulacro.
Veamos:
Yo no miento.
Yo no tengo
miedo.
Yo jamás haría
eso.
Yo hice lo
correcto.
Yo dije lo
que yo pienso.
Yo di todo de
mí.
Yo tengo un
don.
Yo soy un
artista.
¡Bullshit! Tú
y yo, (primero yo, por si acaso) podemos irnos directito a la mierda, amigo ¿De
qué carajos me estás hablando? Todo tu manojo de virtudes no es más que postín
y bastante conveniente. Haces lo que haces porque puedes permitírtelo, según tú
te has radicalizado en el nombre de la compasión, la empatía, tus valores y
principios y libertad y amor al arte… según yo, y la última vez que revisé, sigues
cagando por ese tercer ojo que tienes en el culo, mamón, y sigues comiendo por
la boca y viviendo de alquiler, sin plantearte devolver nada de esos
privilegios que en otros ves con recelo y mezquindad ¿Te parece que engañas a
alguien? ¿O tan solo eres tú el único capacitado, para el autoengaño? ¿De dónde
te sale el careto, para sentirte en posición de perpetuar el status quo en el
que ustedes sí son y nosotros no? Cuéntame lo que sabes, poco o nada, de nadie
más además de tu hipotético tú. Estás tan pendiente de ti mismo que hasta te escuchas
cuando te hablas a ti mismo, por si te criticaras. Paja mental ¿te dice algo?
Usamos mal
las palabras: cobarde lo decimos, para los que se asustan. Cobarde lo diremos,
de ahora en más, para los que se dicen estar por fuera de la norma. Aquel que
se identifica extraordinario ¡Cobarde! Sí, lo digo yo que sí que
soy de lo más ordinario y bruto y nada más que nadie. Veamos:
Yo fui, antes
me convenía y ahora no, por eso no quiero más. De aquí en adelante, me voy a
rifar a la brava.
Omar Alej.
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