¿Qué es pobreza?

 

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Que es poesía!, Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

¿Qué es poesía? Gustavo Adolfo Becquer.


¿Qué es pobreza? Dices mientras cambias de canales porque llueve. No te levantas de la cama; pero tampoco puedes volver a dormir. De nuevo está pendiente el alquiler. De nuevo los fármacos similares. De nuevo se pospone la alegría. Ya será cuando tú estrenes ese abrigo que compraste, para otoño, púes te duran ya muy poco los veranos. Ya será cuando vayamos al amor sin estar fofos y con ganas. Ya será cuando a esta vida la complete que nos busquen a nosotros, los que fueron nuestras ganas de otra vida que no sea esta.

Lo peor no es saberte preocupada por las cosas que nos faltan y el dinero necesario, para el día de mañana. Lo más duro es que no sea suficiente, y no agradezcas ni la suerte de tener donde cocer huesos de caña.

Lo mejor será no ir. Esas fiestas me detonan paranoias y no estoy por la labor de compensar que yo no soy ninguno de ellos, que en el fondo estar conmigo fue una oferta que te sale ahora muy cara. Desde que tengo memoria, al final se me conoce porque no tengo dinero ni ambición para tenerlo. Miro al cielo, resignado y eso es todo lo que entiendo por tesoro. Cargo con lo que hay en mi cabeza y como me dijo mi abuela, si me duele es porque tengo y no es poco. Lo que tengo es mucho dentro.

Dialogaron contra mí y a mi favor, aquellos chicos que recuerdo como al humo, como aromas, y colores y paisajes en los barrios y sonidos de pisadas en los techos. Me volcaron al sabor de la cerveza, a la orilla de un relato, a los centros de una pista, a las fuentes de tornados y tormentas, a una brújula y a un mapa que no iban y a cambiarlos por la fuerza de Obelix y el ingenio de Asterix.

Cuando menos he tenido y fui más pobre, bien podría convertirme en un triángulo o un rombo en un Picasso, al interior de una revista que tenía –por la espera, D'Artagnan el peluquero travestido de El Rey Lear. Si es que no se puede guardar y mucho menos demostrar; pero aquellas Últimas Tardes con Teresa también fueron mis inicios como freak de Goyeneche y Atahualpa y en lo que Cesar Vallejo me ofició como tristeza.

En las páginas de un libro, descubrí una biblioteca en laberinto, siendo yo mi minotauro y la ventana en la cual mirar afuera hasta la risa de Los Niño Perdidos que aún no nacen. No es que haya leído cientos de libros, no es que pueda recitarte de memoria a Baudelaire o Lautréamont. Es que fueron sus anzuelos los que yo piqué deseoso de morirme por la boca. Ya con siete años, te diría que haber visto a Frankenstein  correteando por El Valle del Carrizo, sembró en mí la sombra de ternura en lo salvaje. Porque Un Mundo Feliz, porque El Lobo Estepario, porque Las Zurdas, la de Hendrix, la del Diego, la de Messi… y ya entonces subí a La Montaña Mágica a pedir porque los dioses del reloj regresaran el tesoro del tiempo que robaron a los hombres, nuestras fuentes de perdón y lo divino.

Es verdad que no lo es todo, y es verdad que a estas alturas ya no sirve ni de esquirla en la carrera cultural que nos apremia con su ausencia ¿Por qué ser Martin Edén si el Adiós a las Armas nos termina traicionando en El Americano Impasible? Sin embargo aquel embrujo aquí lo tengo, está en mí, todavía como el brillo de una hebra en Shangri La. Como un grupo de arrecifes de coral en lo abisal. Habita en mí y se alimenta de brindarse a lo que pasa alrededor como si fuera su crisálida. Es El Canto del Camino Abierto de mis años. Y es el De Profundis de distancia entre basta y continuemos. Parpadea con los ojos que han leído, atragantado por su pena, a Ricardo Reis como Pessoa y a Pessoa como Álvaro de Campos. Y sentido la emoción que apura el río en lo bravo de John Wayne. Por la aurora –te lo juro, que he fingido los maullidos de los gatos de Neil Gaiman. Es tan tarde esta mañana como día ya se hacía en Manhattan frente al Puente de Queensboro. A condición de perdurar en la memoria, hasta el próximo avión,  soy de nacionalidad borracho y nos quedará en París lo que no fui jamás. Y si es que no resulta y si es que sigue así la condición en los mercados y no te sirvo, para más que algún detalle en el recuerdo. Podrás pensar que fuiste tú Daisy Buchanan y yo simplemente no volví de haber vivido junto Jack, Atrapado y Sin Salida, la misma semana que descubrí el Narciso de Caravaggio en un museo de Castle Rock.

Y al mirar tu mensaje en la pantalla, avisándome la fecha vencida del pago al banco hispanoamericano, me lo pregunto ¿Y si soy la sonda que enviaron los nadie a lo inexistente? ¿Y si llevo toda esta data al pedo nomas? Odisea en el Espacio 2001, la Canción Para Mi Muerte de García… y si el mohicano de De Niro y si las cartas de Werther y si En El Nombre del Padre y si Rembrandt y Tom Waits y Basquiat Y Leonard Cohen y Velazquez y Lou Reed y Vinagre y Rosas… y si por afición a aquellos poemas, por servidumbre, para aquellas canciones, por imitación de aquellas sensaciones, por imaginarme el tacto de aquella imagen ¿Si por todo lo que no fui al quedarme adentro ahora soy esto? Nada puedo decir que nos acerque sin que -por objetar ingenuidades, tú me deslices un reproche vengativo y de revanchas. Además de que El Poeta Pobre de Carl Spitzweg es el mismo lugar de siempre en mi espejo interior; donde cada vez menos te veo.

Lo que sea que eso sea, no he buscado las respuestas pues me dieron las preguntas. Ahora ya lo sabes y tanto como Roy Batty sé que de todo eso al final nada quedará: Como lágrimas en la lluvia. Se perderá.  

¡Qué es pobreza! Y tú me lo preguntas?

Pobreza no soy yo.  

Omar Alej.

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