La poesía de Omar Alej. Es la cristalización de una explosión.

 

[…] yo no estaba ya en aquella habitación, estaba fuera de los confines de mi carne, flotaba en una tierra de lunas resplandecientes y estrellas parpadeantes. Me sentía invencible. Yo no era yo, jamás había sido aquel individuo de macabra felicidad y extraño valor.

Pregúntale al polvo. John Fante.


Desde ayer por la noche estoy pensando en lo que quiero poner en la tapa de un libro que le voy a enviar a un Amigo que tengo por correspondencia. No nos hemos visto jamás en persona; pero nos sabemos afines a disfrutar de paseos, vino y familia. Él vive en un país lejano y quizá, lo sospecho en lo que me cuenta, no se siente muy seguro. Es como si de golpe, su vida en ese país, hubiera perdido gravedad. Me ha contado que tiene miedo a salir y que le impidan regresar después. Hemos fantaseado, muchas veces, con el hecho de que el viene y recorremos juntos billares, cantinas, pequeñas salas oscuras y malolientes donde se tocan músicas rebeldes "I know it's only rock 'n' roll, but I like it". No ignoramos que esas sensaciones son el pan de cada día en el panorama global. Algo empantanado avanza en lo que concierne a lo de unos y de otros. Se dice con mucha facilidad que las susceptibles cosas bellas, los pequeños intentos por subrayar lo inclasificable de un espíritu en aventura, son nada en comparación con el poder y el control que da el dinero. Yo me digo, por si me hiciera falta más astucia, que esa es la impasividad del egoísmo y mezquindad. Reaccionarios que se toman a sí mismos por excepciones, haciendo gala de títulos por ignorancia… siempre hubo.  Lo que se pretende romper es justamente lo que ni la nada pudo contener, los elementos y la pluralidad. A pura intuición es que me decanto por el poder de las palabras, antes y ahora y después. Ya no me pretendo con la misma facilidad con la que me pretendía cuando tenía quince años menos. No digo cosas como “lo que yo soy” “lo que merezco” o “lo que valgo”. Pongamos, pues, que me rebelo contra la autoestima, principalmente ¿Vale el esfuerzo amarme? Y yo qué sé, si vale la pena no será por lo que soy o por lo que valgo ni por merecimiento. Será porque el amor y la fuente en la que el amor se consume, es amor por oposición al estado de las cosas. Entonces no envío este libro porque yo lo haya escrito ni porque en sus páginas albergue la historia de un desposeído, como ejemplo. Lo envío porque aún no doy por cierta la tesis de la “actualidad”. No sé cuál es la historia de los libros hoy en día, yo tengo los míos y algunos los conservo y otros los pierdo. No asumo esa parte en la que parece que han perdido su valor, o que son objetos obtusos; casi decorativos. Para mí los libros son hechos, un acontecimiento sostenido tanto en la luz como en la sombra. Lo escuché hace tiempo y no me gustaría ser el típico vende humos que pretende creer que lo sigue escuchando; pero me lo invento “la poesía de Omar Alej. Es la cristalización de una explosión”. Entonces, este libro que no es La Ilíada ni La Divina Comedia ni El Libro de Arena, sí que es una idea en contra de las ideas de que los libros ya no son lo que antes eran. Porque quiere contar que no porque la libertad parezca prisionera en manos de enemigos de la libertad, no por eso la libertad no será resistir. Muchas veces el mundo se revuelve, parece que el origen solo se encuentra detrás de una nebulosa impenetrable. Se siente como si (in) ciertos personajes-habitantes de la tierra tuvieran la sensación de que como nunca nadie los eligió primeros, entonces fueron ungidos por dones que tienen como única reproducción el aislamiento y la hipocresía. Qué solos nos sabemos cuándo el mundo comercia visiones que se encaminan a torpedear la dulzura y la ternura. Con este amigo, un amigo por correspondencia: el me trata con respeto y respeta el error humano y yo le correspondo. Hemos coincidido que la esperanza es feroz, tan sublime como puede ser el conocimiento de que nunca es tarde si la lucha es buena. Porque, como dijo Ian Malcolm, La vida se abre camino. Esa certidumbre sí que la tenemos, no estaremos para entonces. Sin embargo el camino sí que es valiente y se le puede ver ensancharse, proveniente de entre las penumbras y encaminándose para destrabar las sombras y convertirlas –sin dañarlas, en apóstoles de la risa en alegría.

Conozco ese miedo, Amigo. Vivo en una ciudad a mil setecientos setenta y un kilómetros del sitio en el que nací. Y cuando aquel lugar fue duro y hostil con nosotros, fue cuando realmente conocí nuestra belleza. En nuestras manos y no en las manos de los que nos persiguen tenemos la unión con la que un día se romperán las cadenas. Ya sabemos que la libertad siempre será nuestra porque, como la libertad, seguimos en la corriente de ser. Y aunque hoy no podremos vernos, podremos hacerlo mañana. Mañana es mejor.

Omar Alej.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Te a mo.

amour fou.

Ocho años después.