Humilde y no un miserable.

 

Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero a los transeúntes, entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda. Es mi sustituto de la pistola y la bala. Catón se arroja sobre su espada, haciendo aspavientos filosóficos; yo me embarco pacíficamente. No hay en ello nada sorprendente. Si bien lo miran, no hay nadie que no experimente, en alguna ocasión u otra, y en más o menos grado, sentimientos análogos a los míos respecto del océano.

Moby Dick. Herman Melville.


Y bueno, Paloma ¿Qué sabré yo? Ayer he andado en modo flâneur más de doce kilómetros. Con la dudosa intención de olvidar cierto tipo de agobios que vienen con la edad. Ahora me es imposible pasar por alto que no se me trate suavemente. Lo puedo disculpar casi todo, al final semos todos personas y como tal nos corresponde cierta dosis de mierda, porque la mierda vence. Al final, vence “Una copa de vino con un poco de mierda, es mierda. Un tanto de mierda con un poco de vino, no es vino. Entonces…” dijo Ignatius Farray; pero aprenderlo cuesta. Requiere escapar de ciertos motivos e indefinirse. A sabiendas de que la duda (la malograda seguridad) es la verdad. Por eso insisto en no saber y sumergirme. No tengo mucho más que eso, para decir al respecto. Preferirías un dolor de muela durante un año, antes que escucharme contarte por qué fue que decidí llamarte de nuevo. A lo mucho te diré que no tengas cuidado, no ese tipo de cuidado. Hay ciertas personas, con su derecho a ser como les dé la gana, que no se reconocen frente a los peligros mundanos ¿sabes? Peligros así, como que te puedan machacar la mano con un martillo o te quemen la piel con cigarrillos, mientras estás atado en la parte trasera de un coche patrulla… peligros, pues, que algunos hemos visto y otros no han visto. Por eso, supongo, y con su debido derecho, les parece peligroso el amor, inconveniente, excesivo y esa mancuerna exclusiva como parte de un traje que usaran cuando el gran plan se lleve a cabo. Algo así, con tintes de segregación, como te decía, no lo sé Paloma ¿Qué sabré yo? Si a mí me quisieras amar ¡Qué ilusión! ¿Que si yo me quedaría? PARA SIEMPRE. Justo como ahora que tengo que atender la llamada de un familiar en quince minutos, porque le debo dinero y tengo que darle largas al pago. Y a mí tú me pierdes, me haces dar miles de vueltas en mi propia cabeza que es el cumulo de cabezas que he podido sentir gracias al amor. He vuelto a pensar en ti, pidiéndome más tequila, contándome que tú -por tan solo cien dólares la hora, me enseñarías cómo hacerle el amor a una chica del sur. Te imaginaras que si tú me amaras sería tremenda historia y una probabilidad tan remota que al paso del tiempo diríamos “tenía que pasar”. Porque si bien no sé cómo funciona, sí sé cómo no funciona y no es sobre las papeletas de la cautela que se llega a la vida. Me has contado que mi pago no incluye reproches; pero siguiendo mi lógica te diré que nadie sabe en realidad lo que incluye un pago. Regatear lo que damos, ya sea por la ilusión de control o la falta del mismo, es de mierdas. Otra cosa es, sería, no aceptar algo que no consentimos, ni siquiera por amor; pero si algo sí sé es que ese no es el punto. Porque semos tan poca cosa y nos creemos tan importantes que hasta lo que está celebrando en nuestro nombre y por nosotros nos achica. Sí, me lo han contado, algunos hombres advierten: “Hey Chica. No te enamores. Esto es solo un juego. Hey Chica. No seas tan intensa. Solo nos divertiremos.” No conozco las intenciones de nadie, no pensaría que son buenas o malas intenciones, para eso ya existe la siempre inaudita estupidez colectiva que insiste en ponerle cercas al monte. Si fuera mi tarea definirlos, diría, son lindos hombres lindos; pero pequeños. En lo que a mí respecta soy humilde pero no un miserable. Lo que sé del amor es que no lo entorpece la mano dura del miedo ni tampoco lo atiza la prisa en las luces del alba. Si el amor surge, entonces batalla. El amor es el único juego y todos los otros juegos, el que sea que te venga a la mente, no es ni siquiera una milésima parte de emocionante e inspirador. Creerás que te miento. Hace unos días tuve que soportar que alguien me dijera que yo era un adulador, una carcasa y que mejores que yo eran los que definen, firman la ley y son claros (I don't believe You're a liar).  Yo no he hablado con Woody en cinco años; pero en estos días de cambiarme de sitio el corazón y tener que cambiarme de amigos porque me maltrataron, recuerdo su broma en el ascensor. Él es Woody Allen y ella es Charlize Theron, la película es El beso del Escorpión y aunque el recuerdo del orden de los hechos no es muy claro, él le advierte a ella que no se enamore ¡es un chiste increíble! ¡Los alardes de la miseria humana son extraordinarios! E irónicamente no es distinto a cuando el argumento se usa al revés, como cuando alguien nos quiere dejar y le preguntamos ¿No me amas? Ya sé, Paloma, ya sé. Estoy hablando de más y no está incluido en la tarifa. Entonces ámame, si me amaras no te darías cuenta –o las obviarías, de todas las mentiras que son necesarias, para continuar, para una persona como yo. Porque hasta yo, con mi relojito de BoJack Horseman, comprendo que mis cervezas solo serán con aquel que ama las cervezas y que en lo único en lo que no duda es cuando se le busca, para compartir una cerveza. Tú ámame, Paloma, por un incremento de cincuenta dólares en cada hora, ámame. El amor te hará sentir que los ojos se te escapan de las cuencas, que las venas son un mapa que conoces hasta el punto de enterrar en la propia sangre la sangre de los mares. En la madrugada, incluso estando rendida de gozo, junto al cuerpo de otro (uno que te advirtió que no te enamores) si me amas, sentirás que soy la noche y que te abro, para siempre, el rastro de la quintaesencia de la luz. Al amarme –a mi o a cualquiera, sentirás renovado el sentido de la vida. Porque por más que duela y por más que indaguen en el espacio exterior, en los dioses gentrificados en cada provincia, en la piscología, en la filosofía, en las artes de la guerra y de la paz… por más que se busque el sentido en cada ultramoderno laboratorio de Johnson & Johnson, el único motivo es el amor. Y yo no quiero impedirte eso, soy humilde y no un miserable. Después, si todo sale bien o si todo sale mal, si te amo de reverso, si además tengo otras pasiones bajo la piel, si me tengo que ir porque el Himalaya me llama en mis sueños o caigo derrotado por un canguro en una pelea de exhibición ¿Qué sabré yo?  Jamás me he impedido amar a nadie. El amor no es peligroso, puede reencarnarte un millón de veces y en cada reencarnación molerte hasta la ceniza. Y sin embargo el amor, te diría, mantiene a raya a la mierda; pero no es peligroso.

Omar Alej. 



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