¡Buen día por la mañana!
"Ningún
organismo vivo conservaría la cordura durante mucho tiempo, bajo condiciones de
realidad absoluta"
La maldición de Hill House. Shirley Jackson
Me ven aquí y
hay quien cree que sabe mi historia porque me ha escuchado contarla: incendié
mi casa, me até en la bañera de un motel, dormí en los camiones, me rapé la cabeza al cero como Britney… mentí, fracasé, me
arrastré, imploré, lamí, vomité, me embriagué, me vendí y me perdí, sentí todo
aquello como amor y tuve que pedir perdón después. He vuelto de más de quince
mil trecientas treinta y tres oscuridades. Y al final, doy cuenta de que es
todo cosa mía y nada ni nadie más lo sabrá con la misma intuición que yo.
Hace algún
tiempo. Yo no había nacido todavía. Las guerras no estaban rendidas ante los
corrompidos significados de la libertad. Entonces, no diré que con el agua al
cuello; pero ante una inminente falta de aire formándose entre el horizonte y
yo. Me preocupaba –demasiado, por conceptos de los que –al final y
honestamente, ignoraba su significado. Quería ser celebre, famoso, exitoso y
bien parecido y un amante misterioso y uno de esos que –contra todo pronóstico,
había superado una historia de dificultades y carencias y vacíos. Sin embargo
¿Cómo se supone que uno consiga eso? Yo creía tener poesía, un don que –tarde o
temprano, me elevaría por encima de la media y me dispararía a los más
exclusivo mostradores de la virtud humana; cuando esta ha doblegado a sus
miserias. Consistentemente había adquirido la idea de que si eso sería así, lo
sería en otro país. Porque de tanto insistir, los rumores ya me habían convencido
de que nada es como otros lugares, en los que uno no vive, en materia de
cultura y elegancia y belleza. Uno podía destacar –más o me nos, en cualquier
sitio; pero el auténtico destino de un ganador nunca es lo cotidiano. Me
enfermé de aquello, y pensé que sin haberme conocido jamás, en algún extraño mundo
ya me comprendían y entendían y esperaban, para darme la bienvenida. La
bienvenida que aquí jamás nadie consideró necesaria. Además, parapetado en el
ideal de mí mismo, cualquier momento afuera de aquella geografía jamás sería lo
suficientemente romántico.
¿Qué hago
aquí? Me lo preguntaba tres o cuatro veces al día. Con fiereza y sin que el pulso
me temblara, sostenía que yo era un elegido, y que lo único que me completaría
como tal eran los paseos por Paris, Berlín, Tokio o el secreto en el mapa de
las antípodas, si se tercia.
Si vamos a
vivir, vivamos a lo grande; parecía que decían mis anhelos. Y todo aquello
sería, encima, gracias al favor de los dioses más convenientes. Digamos, pues, que
ser necio me salía muy fácil. Algunos amigos de entonces no ven con desagrado
que me haya quitado de encima aquella frustración y amargura. Es verdad que a
otros –ahora, los aburro profundamente y me prefieren lejos estando tan cerca.
Al parecer he cambiado de mito; pero no de razones. Me he puesto en la fase del
aquí y el ahora. Involucioné de aquel joven que tenía como justificación sus
cicatrices a este hombrecito simple al que le da por sentirse en paz con las
causas más triviales. No quiero restar méritos a ningún sitio del mundo, sitios
que mantienen en vilo las noches de los que encuentran en otros lugares su
sitio; pero esos lugares no son más conmigo ni yo soy menos sin ellos. Mi
propósito este año, son los días de lluvia sentado en un banco del patio del
templo mayor. Cara a cara, rechazo la pretensión de la coartada universal.
Confío en que los vecinos no me tengan en cuenta la ominosa voluntad de algunas
humildades.
Lo que hago
aquí es un lugar alejado de aquellas histerias. Sin embargo el material de las
divisiones es en verdad finito. Veras, todavía es de noche y estoy caminando
bajo la sombra de los arbustos, cuando salgo del túnel de ramas y hojas,
despunta una luz que se comparte a todo. Es una hermosa colaboración entre las
farolas, las estrellas, la luna, el sol y las supersticiones del pueblo.
Entonces grito, bailo, lloro, canto, agradezco, pregunto y quiero devolverme…
realmente quiero mostrar la vida que contengo, porque la siento abierta y breve;
en
todo momento terminando. Esta no es la gran conspiración cotidiana
contra todo lo que brilla; es solamente que esto no es, de ninguna forma en la
que no sea, además otro día. Por eso estoy aquí, todo se va muy a prisa y
cruzar todo este lugar al mismo tiempo que tantos otros lo ha vuelto real para
mí. Sentir que tengo que escribirlo, no hace que necesite que el mundo lo lea.
Todavía no he estado allá, si en algún punto lo estuviera; querría que fuera
incondicionalmente. Mientras tanto aquí, a pesar de todos los pesares :
¡Buen día por la mañana!
Omar Alej.
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