Hombre Señor.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
No volveré a ser
joven. Jaime Gil de Biedma.
Cuando era
un niño chico
qué miedo
que me daban
los
murmullos a través de las paredes
las
hurracas en las ramas
como brevas
del calor
Que faltara
navidad
para mi
madre y mis hermanas
y los
perros
que
cuidaban de las casas
de mi calle
Me atrevo a
pensar en mí
como un
nene valiente
que en
aquel entonces
a pesar del
miedo
no se
detenía
Pero qué
terror me daba
aquel hombre
señor
lleno de
gestos nerviosos
susurrando
si sobraban
o faltaban sus memorias
a la hora
de la cena
Iba
encorvado
doloroso y
solo
como un
gato empapado
a través de
las calles
Lo desbordaban sus prejuicios
y si se sentía
uno con las tardes
que se
recargaban naranjas
sobre los
locales comerciales
inmediatamente
se sentía ajeno
a los
gemidos de placer
de una
antigua novia
Sospechoso
de que
nadie lo quisiera
condenaba a
todo aquel
que lo seguía
Algunos de
los vecinos
quizá no
percibían
aquella
personalidad
ya
intoxicada
por su
falta de esperanzas
Algún sábado
lo invitaban
a comidas
en sus patios
Él hablaba
interrumpiendo
y sin
controlar el origen
de sus
ideas
Decía que
eran poesías
sus faltas
de silencio
y quería
ahogar todo su ruido interior
con el
sonido de su voz
Incapaz de
amarse
y permitirse
ser feliz
siempre en
trance de disfraz
que en la
luz hacían las sombras
Qué miedo
me daba
aquel
hombre señor
en el que
me he convertido
Omar Alej.
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