También él lo va llorando a Leonard Cohen.

 

Saben, yo estaba destinado a ser un neurocirujano o un guardabosques, o simplemente trabajar en la sastrería de mi familia. Pero en una vieja librería abrí un libro y leí estás líneas: ‘Por el arco de Elvira / voy a verte pasar / para sentir tus muslos / y ponerme a llorar’. Miré la cubierta del libro, estaba escrito por un poeta español llamado Federico García Lorca; por primera vez entendí que existía otro mundo y quise pertenecer a él.

Leonard Cohen.


Y qué le iba a decir

La forma en la que vibra un aeropuerto

se parece a una ola

No en la orilla donde rompe

sino al fondo en la marea

Donde empieza

 

Con las manos

que flotaron al llamarnos

a través de aquel pasillo

siendo fieles al hartazgo

Sonrojarnos por sabernos sonrojados

e incordiados por saber

qué protocolo se activó

al adivinarnos

en el medio de la gente

 

Hacía tiempo

de las últimas astucias

que sentíamos que éramos

Los ingenios para no dar por perdidos

nuestros días compartidos

en la eterna juventud

terminaron

cuando el fin de aquella historia   

puso tierra de por medio

 

Lo invité a tomar café

se excusó por el jet lag

y temía no llegar a su trasbordo

a la ciudad de Leonard Cohen  

Siempre he sido partidario

de quien sabe no sufrir más de la cuenta  

y del placer que le hace manta

y del reloj que le hace brisas

a un agente del futuro

transversal y Mr Ripley

 

Si hay reproche en mi reseña

es que aún parte del agua

que sembré buscando lluvias

y más tarde cosechar

peces alados

en mis baños de agua fría

 

Además

admite absurdos

el encuentro sin querer

de dos que fueron ley

y ahora son sus fugitivos

 

Fue un muy breve saludarnos  

El disparo de un momento

en el instante que perdió su intimidad

alrededor de los sonidos de las ruedas

de los transportadores de equipaje

 

Llamaron a la sala treinta

se despidió me dio la espalda

y continué con mi lectura

de la suela de mis zapatos

en el mosaico digital de un viejo himno

 

Cuando habían pasado cuatro radiofonías

llamando al mostrador de Air Canada

volví a pensarlo

 

Y qué le iba a decir

No hay manera de saber

lo que no es nuestro   

 

Le sentaba primerizo el color negro

aquel abrigo 

y hasta mis canciones más privadas

eran de él después de todo

 

A mí el paso de los años me dejó

volviendo a casa

Todavía con la punta del bolígrafo

en la hoja

Escribir y agradecer el recorrido

sin un solo prisionero

 

Omar Alej. 






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