Cinco de febrero.
Al cabo de un rato, en un susurro, me dirijo a
mi mujer con la esperanza de que pueda oírme, a muchos kilómetros, al otro lado
del mar.
«¡No flaquees!», le digo a mi mujer. «Sé fuerte», le digo. «Somos millones en todo el mundo, respirando como tú esta noche»
La canción de la bolsa para el mareo. Nick Cave.
De vuelta a
casa
hoy por la
mañana
la luna
redonda
detrás de
la niebla
me daba el
semblante
de un río
en el cuento
que fue y ya
no es
Son las
dulces maneras del sueño
que ata con
irse
las que me
dejan andar y seguir
sin haber
dormido
y un poco extravagante
Hoy no
importan mucho los hombres lobo
que en mi infancia
ahuyentaron al sheriff
y formaron
el mito
con lo que
no todos ven
Quizá en su
desuso comunes licántropos
se vuelven manadas
para el día
a día de su intrascendencia
hoy aquí
Yo igual me
estoy yendo
y soy como
esos
Quería ser
alguien
que jamás
cruzaría palabras
con este que
soy y empieza a borrarme
Fallido me
privo de queja
como
cortesía
Cuando baja
el cielo
el único
rumbo
se mira al
costado
y al
costado te encuentras
con ángeles
hijos
de las
fugas de energía
de las
marejadas
Pero los
letreros vencidos por el temporal
advierten
que adentran
al bosque
llevando a
las hojas
las manos
quemadas
de los que
no esperan
de los que
se han ido
Por eso
respiro
contra los
destinos
que me dejan
sin aire
Me opongo a
sentir
que me haría
bien
comprar un
pedazo de tierra
donde sepultarme
Sigo sin
hacer nada
contra la
nada
Todavía no
supero ser optimista
y quedar a reírme
por la hermosa balada
Abrazarme al
desnudo y comer la manzana
ser hidalgo
y momento
sin culpa
Creer en ti
y en el vuelo del arco sobre la flecha
me extraña
y avisa
De qué
No lo sé
Pero sigo
Omar Alej.
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