Estado de superstición.

 Si es cierto lo que Billy Pilgrim aprendió de los tralfamadorianos −que siempre viviremos−, no importa lo muertos que algunas veces parezcamos estar. No es que la idea me seduzca, la verdad. Pero, sea como fuere, si resulta cierto que me voy a pasar la eternidad visitando momentos y más momentos, me siento agradecido de que haya tantos momentos buenos.

Matadero cinco. Kurt Vonnegut

Pic. By. People Are Strange.

Aún recuerdo que creía en esa danza

que invocaba que lloviera y llovía  

con el swing de la alegría de un dios loco

Las nubes arraigándose en la sombra  

los gallos de los patios vecinos se guardaban

y encendían sus coronas como esferas discotecas  

Yo quería bailarlo siempre

sumergido en el estado de superstición

serpenteaba estimulado por el agua

y por el gris devoto azul de la intemperie

 

Quizás algo no hice bien

un mal día no llovió  

y no encontré más que sequía

en el vuelo de las alas

de las aves que no vuelan

 

Aun me quema ese calor en la memoria

cuando hay luna me pregunto

si es un premio o un castigo esta tristeza

que me quiere convencer de la potencia

en una larga soledad hecha un palacio  

si el desierto se mojara

y del dolor en mi escapula por la espera

 

He tenido que doblarme

a través de los muros y las cercas

para ver con media vista el vaso medio lleno

He sabido la codicia

infiltrada en los riegos de un retrete

y quizá me haya hundido

con el viejo en busca de oro

en un frío charco sucio

mendingando por palabras

que asustaran al amor de entre mis sueños

 

Y aquí sigo

intentando recordar la vieja danza  

meteorológicamente inaceptable

Sé que mañana ha de llover alrededor

de todo aquel que siga solo

sin su padre o sin su madre

o sin la piel que debería proteger

del fuego en brama a la ternura

 

He escuchado que creer no es suficiente

pero aun vuelvo hacia el cielo lo que siento

eso es todo lo que tengo que explicar

y eso es nada comparado con la dicha

del refresco de la brisa anunciando a la llovizna

No puede ser de otro modo

el rugido de un corazón sin agua y bailarín.

 

Omar Alej.


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