El día más ordinario.
Sonó una vez tan sólo. Siempre me asusto cuando suena un teléfono público. Es tan imperioso y desamparado como el mejor poema de un poeta de segundo orden, como el rey Miguel diciendo adiós a la Rumanía comunista, como un mensaje en una botella flotante que comienza: Si alguien encuentra esto, sepa que…
Los hermosos vencidos. Leonard Cohen.
Dolor de barriga. Las manos disueltas o
sueltas, sin saber dónde colocarlas. Ansiedad y dudas y un montón de excusas
suficientes, para procrastinar mi matutina masturbación ¿por qué está tan lejos
el día en el que no añore otro día? El día en el que habré de disfrutar de ese
día sin pensar en el pasado y en el futuro ¿Por qué no hoy? Uno no quiere ser
el que no sabe qué pasa y entonces, sí también tú, nos inventamos cosas del
tipo “días, para llegar a otros días” ¿qué mierda de persona dice algo como
eso? Yo. Aquellos que pueden dividir sus miserias y decir que la mitad es su
culpa y la otra mitad es culpa de los demás son buenos; pero no son los
mejores. Los mejores son los que pueden decir que todas sus miserias son culpa
de los demás y los peores son los que son como yo: los que somos como aquellos
que asumen que su miseria es toda culpa suya. Es una vergüenza autentica que si
por casualidad miras el abismo no sientas en ti la mirada del abismo. Lo que uno
supone en esos casos, lo que yo supongo en esos casos, es que mi sufrimiento no
es un sufrimiento sino la posibilidad de un sufrimiento y el abismo no tiene
ojos, para ciegos. El suicidio también es un dios y a muchos -y a mí, no nos
castiga ni nos libera. Más de diez años sin pensar en el suicidio me confieren
la autoridad de decir que es algo que no puede hacerse sin ayuda. Como todas
las vidas, todas las muertes las construimos entre todos; pero es culpa tuya si
no eres de los buenos o los mejores.
¿Cuánto tiempo puede pasar antes de que un
hombre necio respire sin sentir en ello un agravio? Ya te lo digo, todo el
tiempo del mundo y de la eternidad. Entonces ¿Quién quiere ser un necio? Yo no,
quizá en algún momento. A veces, la única demostración de inteligencia es que
todo te parezca podrido. En ocasiones el cinismo es la única vanguardia. Si aprendes
a decir bien que solo los idiotas son felices, automáticamente olvidas qué
significa ser feliz y que lo necesitas. Aquel que está allá, detrás de la
ventana, se está riendo porque no sabe que su insignificante departamento no es
una habitación del Chelsea Hotel. Ignorantes, se ríen por ignorantes y se gustan
porque son vulgares. Si una luz reveladora del absurdo les brillara, no podrían
ni bailar. Después de la ingenuidad llega la petrificación.
Yo voy a salir de la cama. Venga. A saberse un
idiota con poquísimo tiempo en esta esfera que da vueltas alrededor de una
estrella que no es ni siquiera la más grande de su clase. Tú podrás pensar que
me evado; pero a veces lo más vitalista es eso. Que ir en puros calzoncillos de
la habitación hasta la cocina y poner el café mientras me rasco el culo sea una
acción extraordinaria. Pensaré que me filma John Cassavetes y que no me pide
nada, me deja improvisar porque ha visto en mí el ojo del abismo. Sí, eso haré.
Contamos de lo que sabemos y no sabemos nada. Esa desnudes que sugiere que
estoy acabado y que de igual manera tengo absoluta confianza, que confío en que
la caída terminara con todo. Es más, ya te lo digo, volveré a leer Pregúntale
al polvo. Otra forma de amor (SIENDO EL AMOR OTRA FORMA DE EBRIEDAD) son esos
libros a los que puedes volver por un empujoncito que te tire adelante sin
sentir el peso del desasosiego. Encima tengo agua fría. Si existe un estúpido alegre
que está alegre con lo mínimo, se lo ha ganado. Yo soy el estúpido alegre con
el agua fría. Hay gente que viaja a algún sitio y se pregunta si tendrán agua
caliente ¿Y si lo que no tuvieran fuera agua fría? ¿Baño de agua fría más The
Soldier´s Tale? No, me parece terriblemente pretensioso. Escucharé a Stravinski
solo mientras no me baño. Al bañarme, cantaré La Marseillaise “Allons enfants de la Patrie”. Todo puede resultar inverosímil y conmovedor
si asumes que son las siete y cuarto y no hay ni ha habido ni quedara ningún otro
lugar en el mundo que ese minuto, en el cual toda certeza importa siete
palabras “no te ames más de la cuenta”. Hay un mundo de respuestas y hay un
mundo de preguntas. En el mundo de respuestas la verdad es una cura y en el
mundo de preguntas la verdad es un sentido.
A Madre le preocupa que fume antes del desayuno.
Entonces juego con el cigarro entre los dedos; pero no lo enciendo. Madre asume
que su antigua pareja murió debido a eso, jugaba con cigarros entre los dedos
cuando le dio un ictus. No, es broma. Cree que fumar en ayunas es lo opuesto a
disfrutar de la vida. Cuando él murió hacía mucho tiempo que no eran pareja y
eran viejos conocidos. Aunque ella sepa que hay cosas en la vida que intentamos
hacer bien; pero las hacemos mal. También que algunas cosas pasan porque sí y
otras no pasan porque no. Nadie se libra de esos momentos en los cuales al ver
un cuadro hermoso solamente se siente bronca porque hay mil cosas en ese
momento... eso es lo más difícil a día de hoy y eso que no estoy seguro de no
estar desarrollando párkinson, comprobar que se tiene mala salud es carísimo.
¿Qué me pasa, entonces? Si pudiera relacionar
mis estados anímicos con los días de la semana, sería favorable. Si, por ejemplo,
por regla los lunes me sintiera desganado y me pudiera decir “claro, es simple,
es lunes” con que tranquilidad me dejaría revolcar por esa gigantesca ola de apatía.
Todos sabemos que eso no pasa. Sin ir tan lejos, ayer me sentía capacitado para
las demostraciones físicas de afecto. Hoy me siento un hueso de pata de pollo
en el hocico abierto de un perro que duerme sobre un trozo de madera a la
deriva en altamar ¿Que cuál es la diferencia? Preguntarlo insinúa que no hay
ninguna y la hay. Aunque sea cual sea la diferencia no es el día. Se me ocurre
que como se trata de la misma persona, se trata de mí, la norma es que la situación
cambie. ¿Alguna vez has decidido no volver a hacer algo? Lo único que tengo
decidido no volver a hacer es permitirme creer que todo se trata de mí. Es triste
ser el que está triste porque los demás no lo están. Viene de asumir que son lo
contrario a mí con la firme intención de marginarme. Si creyera en esa mierda
del psicoanálisis, aceptaría que se trata de complejos y riendas emocionales
que adquirí de niño. La contradicción es que yo de niño era extraordinario, no
esa clase de chico que dejaría un mojón de mierda en tu almohada. La clase de
niño que te dice “gracias por venir” y “que te vaya bien” al despedirte.
Debería de salir a andar. Todavía es temprano y
justo ahora el clima es delicioso. Una de las ventajas de vivir durante tantos
años en el mismo lugar es que andarlo se vuelve un poco ciencia ficción. No sé
si cambio mis recorridos. No sé si mis recorridos son los mismos cada día. No tengo
la capacidad de tener trastornos obsesivos compulsivos, es una cuestión de
principios y conciencia de clase. Entonces lo de la ciencia ficción es porque
paso por sitios que he visto –en los que he estado, y mi recuerdo es como si
fuera más cercano a una réplica de algo pasado un domingo por la tarde en televisión.
No siento que me están grabando sin darme cuenta, modo Truman Show. Mi sensación
es que intentan meter una película en la realidad mientras nos obligan a ver
como prueban con una película y otra y otra y otra… ni siquiera es inquietante.
Es persuasivo. Igual, si salgo, ya es tarde. Odio salir después de las siete. No
tengo problema en estar afuera a las siete; pero salir después de las siete me
da inapetencia. Solo por eso debería obligarme. Los paseos por la mañana, justo
al alba, le dan crédito a mi espíritu y puedo seguir acrecentando mi deuda con
todas esas maravillas hostiles que debería de temer. Entiendo que lo natural no
sean esos accesos que parecen más síndrome pseudobulbar que real disfrute o
angustia. Lo entiendo; pero atiende tú –si quieres, que no vale asumir la alegría
como una derrota. Puedo contar con los dedos -y te pediría una o dos manos
prestadas, a todos los amigos que tengo que son uno u otro integrante de la
familia Pommeroy en Adiós, hermano mío de John Cheever. Yo mismo estoy
escribiendo esto porque no sé si lo he sido…cual, cómo, cuándo y dónde. Con la
de cosas que hay que nos quitan el sueño, te permita la virgen que tengas el
descuido de ser feliz la mañana más ordinaria. Con nada más que medio vaso de
agua en el dolor de barriga.
Omar Alej.
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