Ilota en el absurdo.

 Como los demás me encuentran vieja y sin mucha paciencia, ya no me lo preguntan; pero se sorprenderían. También antes respondía que era una pregunta de idiotas preguntarse “¿por qué?” Transformativas, impermanentes, interrelacionadas…extraordinarias, así es como son las cosas, todas. Si hasta un señor bajito, de ojos rasgados, vestido ridículamente, metido a monje, lo puede saber... imagínate yo que lo encuentro –además, una justificación perfecta, para nunca tener que responder por qué no visito la tumba de mi padre por su cumpleaños.

Reflexiones. Lourdes Lulúk.


Decían que el poeta

tenía la cabeza

como una bombilla rota

a la que iban las polillas

Mis hermanas y mi madre

lo creían un bufón  

ya sin reina ni corona

Hace tiempo de eso

tanto

lo que hay de un hombre a una medusa  

 

Primero al recordarlo me sonrío

Como quien usa un sombrero  

presiento una gala

Espacio en memorias

minutos que hay

entre canciones vaqueras  

y un atraco por bandidos

en el medio de un oeste

casi domestico  

 

No es que fuera un mal hombre

Lo supe inmerso

luchando entre verbos  

por hacer un camino

a los valles del tiempo silvestre 

apurado por las prisas

que suelen cimentarse en mediodías

bajo la sombra de un árbol 

 

Lo que hayas creado

te habrá destruido

solo un poco antes

de darlo por hecho

Lo había envejecido el oficio

de ver hacia todas partes

Seca más que pescar

capturar los momentos 

que desaparecen diciendo

hasta luego

 

No diré que era débil

por más que perdiera en segundos

aliento y postura y mirada

No diré que era débil

 

Una vez me contó

de cuando habló con la lumbre

y son sus ojos que veo que lloran

a llamas

con todas las penas del fuego

Era un poeta sin obra

y las disidencias empeoran  

En la poesía se es libre

y del amor una espora

 

Si fuera cierto que era

un mal cantante y un gallo

cómo pedirme no verlo

en sus estrellas al alba

sin maldecir al perfume

aunque el jardín ya no fuera

el que de niño regaba  

 

Porque la vida se acaba

es que uno vive la vida

con la impaciencia del río

el devaneo de la arena en el viento

e intentando salir del inicio del fin  

 

Fui a verlo nomas

no pude hablar ni entenderlo

Me lo aprehendí a la solapa

porque él ya estaba en el sueño

de una montaña más alta

 

Nunca acopió los tesoros

se desbordó en sensaciones

que lo anudaron a un banco de dudas

Como sentía dolor en los huesos

que no la imantan la piel   

comprendía a las medusas

sin dejar de convivir con la analgesia

 

Se embriagaba con los dioses

que se van si el sol los quema

Lo que fuera levedad

era vértice también

uniendo el eco y el silencio a su lenguaje   

Por entonces ya decían que el poeta

era ilota en el absurdo

Más destaca la belleza

de un tigre en un poema

sin testigos

que un pájaro en mano

en un desfile

 

Omar Alej. 



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