El púlpito del ruido.
Sí, eso, ahora es un ex científico, uno que jamás se meterá lo suficiente en ello para comenzar a hablar de Dios como un amable excéntrico de mejillas de manzana y cano cabello, para fanfarronear desde su ventajosa posición de laureado…; no, será abandonado sólo con su causa y cfecto y el resto de su estéril bagaje…, sus pasillos minerales no tiene brillo; tienen el mismo color indefinido desde aquí dentro hasta la cámara central, el mismo color que el papel perfectamente ensayado que, pese a todo, debe representar allí…
El arcoíris de la
gravedad. Thomas Pynchon.
Lonche de Jamón
con Queso y Piña dice que todo esto ya pasaba mucho antes de que yo me diera
cuenta y Lonche de Jamón con Queso y Piña no es esa clase de persona que
recrimina lo que uno destapa, simplemente lo desvía hasta encausarlo a una
inmensidad más honda que el mar. Dice. Sé que quiere que yo logre ser el gran
cronista que he querido ser desde que tomé aquel papel periódico en las manos,
para enterarme de La historia de un hombre llamado Pedro Navaja. La mala
noticia es que sus deseos no derivan en fe, al menos no en esa fe ciega que
suele ser la fe cuando es fe. Tal vez suene a justificación; pero es cierto que
si no lo soy todavía es porque acá nunca pasó gran cosa. Claro que con mi
imaginación, híper dotada de nulos referentes, podría estar desarrollando
mundos de ficción tan imponentes como los de “Ávida Dollars”…aquellos labios de
Mae West; pero esos sueños de renombre y trascendencia no es lo que tengo yo
por sueños. Yo mi sueño, lo que sueño, es que la gente a mí –al verme, no me
vea y sí me escuche. Justo ahora ese sueño no es gran cosa al ser un sueño
realizado previamente por otros que ni se atrevieron a soñarlo. Incluso Lonche
de Jamón con Queso y Piña me disculpa del destino que no he de conseguir por
llegar tarde. A Lonche de Jamón con Queso y Piña no se le puede sorprender con
ojos multiplicados a través de cortes que al abrirse dejan ver el mismo ojo. A Lonche
de Jamón con Queso y Piña solo le puede calentar con espinas clavadas en esos
ojos multiplicados a través de cortes que al abrirse dejan ver el mismo ojo. Le
he escuchado decir que al señalar al hipócrita se está liberando al hipócrita.
La hipocresía consuela a los hipócritas porque quien sino y porque repudia a
los resentidos que ocultan su resentimiento tras babosos ideales de pureza. Sin
embargo más allá de que llego tarde y más allá de que Lonche de Jamón con Queso
y Piña esté dando la impresión de una transición de la nada hacia la nada, en
el pueblo Sube y Baja algo está pasando desde entonces.
Al menos yo
no le di importancia hasta que vi la manera en la que Mister Zanahoria empezó a
usarlo. Así caí en cuenta del innumerable número de imitadores que aquella
conducta podía provocar. Por más que aquello consistía en el uso de un lenguaje
en común, para el incendio de todo lo ajeno. Mister Zanahoria encontró el
púlpito empolvado, usado solamente en ocasiones in extremis, para hacer
comunicados, homenajes y recordatorios. Mister Zanahoria llegó, se acomodó las
mangas de la camisa junto a las mangas del saco y empezó a enlistar nombres de
habitantes que –decía, perjudicaban a nuestro pueblo. Después el ambiente
cambió, para convertirse en una reinterpretación de la competición que Lonche
de Jamón con Queso y Piña me contó se había iniciado a la par que el progreso. Parecerá
un invento mío; pero se empezó a imitar la conducta de Mister Zanahoria, hasta para
condenar la conducta de Mister Zanahoria. Ahora también parece falso subrayar que
el púlpito, a la comunidad de Sube y Baja, antes les parecía algo solemne,
acartonado y condenado hacer las veces del traje del emperador. Les aseguro que
durante algún tiempo llegó a ser un lugar que obligaba a pensarlo dos veces
antes de subir, por todo lo que había pasado el siglo anterior con Poco Mentón
y Bigote Gracioso. La realidad es que la realidad del pasado no es algo que se
pueda sujetar. Quizá no tiene importancia revivir algo que ha castigado a
tantos si a cambio se obtiene una brisa de un breve poder que poder recordar.
Cada vez más
gentes empezaron a rodear el púlpito y cada vez más habitantes de Sube y Baja empezaron
a pedir la palabra. Al principio se podía escuchar a los que subían al púlpito
y sus arengas, aunque se murmuraba se tenía la tendencia a bajar la voz cuando
otro hablaba. Un semiorden vigilado por la impaciencia envolvía todo aquello
como si fuera pluralidad de opinión. Mi propia madre dudó de mí cuando entrando
en la casa, con la cara rosa de haber corrido a toda prisa con el viento en
contra, a decirle que llegaba gente desde Atrevilandia, para darle un giro al
uso de aquel nuestro púlpito. Nadie se lo creía; pero a todos nos hacía sentir
orgullosos. Sube y Baja era, eventualmente, capital de la diversidad de
opiniones. Desde que tengo memoria he sido un tipo con un sueño a prueba de
hambre, de frío, de dolor y de pobreza y de esperanza; pero no me avergüenza
admitir que si estoy dormido y en mi sueño alguien dice “esta es mi opinión” yo
mejor me despierto. Es un reflejo que me ha quedado y no es que nadie deba
dejar de dar su opinión, para que yo duerma. Ese justamente es el punto. El
púlpito empezó a ser la fuente de la vida eterna, para los habitantes de Sube y
Baja. Muchas de las comidas en las fiestas de fin de año, entre primos,
hermanos, tíos y abuelas, habían terminado en grandes peleas familiares,
entonces el púlpito se convirtió en el lugar donde reprocharse por pasiva y por
activa. Los sociólogos, reconocidos desde el principio de las historias por su
sagacidad, no previnieron que ni los estudios ni las razones ni los hechos ni
ellos iban a tener un lugar fuera del púlpito. Si ahora no estuviera claro que
Mister Zanahoria fue simplemente otro infectado de esa enfermedad, alguien
crecido a la par que aquel ruido, se podría pensar que fue premeditada la
conversión general de las gentes de Sube y Baja a su imagen y semejanza.
Estas son
solo algunas cosas que se han dicho desde el púlpito de Sube y Baja:
Felicidades por otra vuelta al sol. Espero que este cumpleaños esté
lleno de regalos.
Estamos ante un cambio de época. Crisis migratoria, medioambiental,
tecnológica, social. Cada cambio requiere que lo viejo se retire y comience a
andar lo nuevo. Es en ese espacio de tiempo cuando la crueldad da la cara.
Espejos, sí, pero además son espejos deformados, como los del callejón
del Gato de Luces de bohemia. A ver si llegan extraterrestres para dejar de
mirarnos el ombligo.
¡La concha la lora! ¡Vaya banda de mamarrachos hijos de la concha de su
hermana! ¡Les haría explotar el orto con un mishar de remiseros pelados, gordos
y faloperos!
¡Malparidos!
Al menos estamos poniendo todas nuestras opiniones encima de la mesa. Y
al hacerlo, al ver lo patéticos que todavía somos, generamos un debate que
tiene por objeto mejorar. Y opino que lo estamos haciendo. Queramos o no, de
una discusión siempre se aprende. Se aprende a ser mejores. Poco a poco. Nadie
dijo que iba a ser fácil.
Señor, me has mirado a los ojos. Sonriendo, has dicho mi nombre
¿Alguien que vaya a La puerta de Alcalá este sábado?
No entiendo ese bochorno, esas condecoraciones, los homenajes, para la
felicidad. En mi caso no se trata de que jamás haya sido feliz, por el
contrario, se trata de que ni un solo minuto he pensado en la felicidad. Incluso
al decir esto no es la felicidad lo que quiero destapar sino a toda esa gente
que cree que ser feliz cambia algo.
Carpe diem no se traduce “disfruta el momento” Carpe diem se traduce “COSECHA
EL DÍA”
Aprende a decir que no. No importa lo difícil que sea, TÚ eres lo más
importante.
¿Por qué no vi la vista en medio de la caída? ¡No! Debí haber pensado en
la vista en medio de la caída. Si solo hubiese sabido cómo era la vista en
medio de la caída.
No les perdonaré que no me hayan dicho antes de esto
Todos estamos en el mismo pozo, pero algunos miramos las estrellas
¡Aupa Aleti!
En la residencia, Dalí se encuentra con Federico García Lorca […]
Federico no era partidario de la recta sino de la rosa, no del arte como
conocimiento sino como sensibilidad y pasión, no de la deshumanización de la
obra artística sino de la emoción y la sensualidad.
Why do I keep my mind on you all the
time? And I don’t even know you (I don’t know you)
Siempre he
sentido que hay algo en Buenos Aires que me gusta. Me gusta tanto que no me
gusta que le guste a otras personas. Es un amor así, celoso.
Cuando te
levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir: respirar, pensar,
disfrutar, amar.
Yo no tengo
alma, yo soy alma, lo que tengo es cuerpo.
Te quieren
moldear y quieres ser moldeado; pero no hay moldes mientras lates.
En este
sector de la ciudad por cada grano de arena hay diez mil estrellas y por cada
estrella hay diez mil emociones humanas.
Si quieres
conocerte por dentro ve al endocrinólogo
@Omar Alej. Lutsch meinen Schwanz
Como ya dije,
estas son solo algunas cosas que se han dicho desde el púlpito de Sube y Baja. Muchas
no las citaré porque algunas de ellas son irrepetibles, para mí. Algunas otras
se han olvidado, ya sea porque fueron dichas tímidamente o porque fueron dichas
con demasiado entusiasmo; pero a día de hoy el registro de todo lo que se ha
dicho desde el púlpito es inconmensurable. Tampoco se puede advertir qué mensaje
desde el púlpito tendrá mayor o menor efecto entre los que escuchan. Un ejemplo
de esto son Cable Pelado y Energía que subieron al púlpito, para hablar de la
urgencia de legislar sobre el derecho a ejercer la autodeterminación de los
pueblos indígenas. Ni Cable Pelado ni Energía suponían que los que vendrían después
de ellos usarían el púlpito, para decir que tomaban la determinación de
creerlos a ellos inferiores, sucios y prescindibles. En mi afán por entender
mejor la profundidad del efecto del púlpito entre los pobladores de Sube y Baja,
he realizado algunos cuestionarios y la constante es que se acepta el trueque: se
borra frontera entre lo público y lo privado a cambio de amplificación. Uno de
los casos es Tacita de Cereal que prefiere no dar su nombre verdadero por temor
a que le juzguen por algo que dijo hace tiempo desde el púlpito. Como algunos
otros habitantes de Sube y Baja, Tacita de Cereal ha pensado en abandonar el
pueblo; pero ha tenido que aceptar que un solo púlpito es todos los púlpitos
del mundo y todos los púlpitos del mundo son un solo púlpito. Esa constante de
ruido, dice, llega hasta donde sea que uno vaya y no está ni cerca de disminuir
o ser armoniosa.
Lonche de Jamón
con Queso y Piña me advirtió de lo ridículo que es un cronista hablando de algo
de lo que no puede hablar. En este momento estoy esperando mi turno, para subir
al púlpito. No tengo muy claro lo que puedo o debo decir, ni siquiera sé lo que
quiero decir. Empiezo a sentir la presión, alguien más sabrá algo de mí ¿Debo
ser yo mismo? Si es así ¿Quién soy yo? Tengo pensadas algunas frases, para explicarme;
pero solo servirán durante el momento que esté en el púlpito. Después solo serán
algo que dije alguna vez:
Qué nervios
No estoy muy seguro si lo que me pasa es lo que llaman “Capacidad de
asombro”
En fin
Lo siento
Si lo hubiera pensado me habría dado cuenta
No tengo nada qué decir.
Yo creía que
era yo el de entonces y el que vino después me dijo que él era yo; pero que
seguir siendo yo era cosa de ser yo después y ser él también, el que yo quería
ser… Lonche de Jamón con Queso y Piña dice que todo esto ya pasaba mucho antes
de que yo me diera cuenta.
Miami
(Xquilibrista
borracho #2).
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