Los ayudantes.

Bajando hasta los 27 infiernos

de mi propia religión mi propia y

dulce

oscura religión de religión borracha

mi rodilla doblada de Poesía mi

habito

El bar del hotel príncipe Takanawa. Leonard Cohen. 


Quien diga que no

quien diga que sí

miente

y no es que yo diga que mentir es mentir;

pero nadie lo sabe.

No se puede creer que alguien sepa

como es que uno llega

hora tras hora

al vilo de su historia,

para acabar de contarla

al hacerlo.  

 

Fue imprescindible creer

en algo aún más que el destino

un desliz de amor propio

medirse la fiebre

el deseo

la pasión

el arrojo y la cara.

En soledad

planeando en momentos sin nada

al vacío

con huecos húmedos

por los que fuga el de antes

espacio que ocupa

aquel que nunca será.

 

No hubiera llegado sin haber parado

a observar

como un avión al pasar

vuelve del suelo los ojos

y después seguir

recordar

olvidar  

perdonar

no decir.

No hay nada al respecto

que hiciera justicia

al nudo gordiano

de haber encontrado

y perdido a la vez

el rastro del fuego primero

de una eternidad.  

 

Beber con amigos

cervezas que mojan los días

que no vieron luz

irse abriendo camino

a través de recelos

y sentado en el aire

ver que el sol tiene el gesto

de artista

que pinta y despinta

un poema

de tiempo y distancia

para el desconsuelo

de una canción de gitanos.

 

Antes que nada

primero que nadie

no se puede soñar

y qué sentido tendría.

Sin aquel gol bajo lluvia

en un mundo apagado

alzando los brazos

para que la luna abrace

en algo a un suspiro.

Las notas de frío

en la piel

bajo la tela del saco

llamando a casa

y la casa llevada por la corriente…

ha sido antes el duelo

después fue el amor.

 

Las miles de hojas de octubre

que en cartas abiertas

de prisa escribía

con lágrimas lentas

hubieran quedado en tan solo tristeza

de no haber saltado al abismo

buscando al caer

levantar la voz

por la voz

de cuando hablamos quedito

como queriendo estallar

sin ser vistos

pues la función de un misterio

monta en un teatro de velos.  

 

Hay amagos de huida

en las cosas del mundo

hay amagos de huida

y no hubiera podido

de no haberlo sabido…

con un poco de suerte

uno tiene de todo;

pero los ayudantes

son esas cosas de uno

que algo más sucedió.

 

Omar Alej. 





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