Asaltantes de camiones.
Siempre que le explico
lo próximo que quiero hacer
Layton me pregunta solemnemente:
Leonard, ¿estás seguro
de hacer lo incorrecto?
Pregunta de Layton.
Leonard Cohen.
Justo ahora
en el tiempo
de velar
por no
impactar en mi caída
de cantar
casi sin aire
sentado al
borde de la cama
me tiran
me angustian
y en mi
angustia
me
sostienen la mirada
la que advierte
que de
nuevo he consumido…
que no fui
aquel que dije que sería
que he
perdido
que de
nuevo me rompí;
pero que en
todo
ellos
también.
Habrán
estado alguna vez
con el agua
de los fregaderos
de las
calles
hasta el
cuello
sin
isla
para un
naufragio
que va
secando en los labios
tras los
pasos de una danza
que servía
para lluvia
porque no
era en nada urgente.
Ahora están;
pero no
están.
Tienen
cosas por hacer
que los
apuran
deudas
pobres que pagar
y días
largos que acabar
para volver
al otro día.
Vale.
Igual.
Más de lo
mismo.
Esta queja
que se encalla
y ya hizo
costra
hasta en la
mica de mis gafas.
Sin embargo
sé que
dicen entre dientes
cosas que
me harán el juego:
Venga, no otra vez. Ya no digas que lo haces
por los focos que resisten en la negra hondura
de una calle.
No te ciegues.
Me mueven
me cambian
me asustan
hacen
lianas con mi pelo
y me tiran
cual si
fuera ese ganado
abatido por
mirar
el matadero.
Se ríen
se
embriagan
me niegan
ante todo
aquel que me pregunta.
Están a lo
suyo
animando
una pelea
que
perdimos…
se burlan
y se tocan
y me
arengan.
Minimizan
las hazañas
de
valientes extranjeros
ni Bob
Dylan
ni Rimbaud
ni el gato Félix.
Se marean
se hacen
viento
uno a uno
van mutando
en el rumor
de las
hormigas
y son gotas
de terror
contra el
calor del mediodía.
Envenenan
como peces a destiempo.
Sus heridas
le dan
forma a su figura
en mi libro
son las hojas de un follaje
que una vez
en un
incendio
daba aire.
Al volver
a ver que
ha vuelto
mi vieja
canción
de cuna
oscura
me
encuentro mis zapatos
colgando de
los cables
en señal de
haber venido
y ya no
estar.
Mis amigos
son
asaltantes de camiones.
Omar Alej.
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